Pedro Pablo Bazán
Una nueva forma de lucha obrera está recorriendo Asturias, las ‘Asamblees de trabayadores en llucha’ están llevando la enterrada guerra social a su origen, es decir, a la acción directa, son los trabajadores en lucha, los que a través de sus asambleas marcan los pasos a seguir.
No son los comités ni los sindicatos ni mucho menos las federaciones de industria de ciertas organizaciones, nada sindicales por cierto, las que están marcando la ‘hoja de ruta’.
Las asambleas que están surgiendo en aquellas empresas con conflictos, han decidido usar una forma de lucha que daba resultados cuando el proletariado era una clase que luchaba por sus derechos y por la transformación de la sociedad y no una clase que solo piensa en consumir.
¿Trabajar para vivir? ya no, ‘trabajar para consumir’, ese el lema de los nuevos tiempos.
Los trabajadores han decidido que tomarán sus decisiones en asamblea, que no delegaran esa responsabilidad en nadie más; los comités y los sindicatos estarán entonces para ejecutar tales decisiones, volverán a la función que siempre deberían de haber tenido.
Los comités de empresa, que aún siguen siendo pantomimas e imitaciones de la política parlamentaria, deberán convertirse en órganos de ejecución y comunicación de las decisiones de los trabajadores, deben dejar de ser los órganos de decisión para pasar a ser simples conjuntos de delegados, nombrados directamente en asamblea, con mandato imperativo y revocables por la asamblea que los nombró en cualquier momento. Sin subvenciones que nos atan al enemigo, sin liberados, sin ‘horas libres’ que puedan utilizar como quieran sin dar explicaciones. Ya no se debe volver a oír aquello de ‘me quedan cinco días de horas sindicales, haber si las gasto antes de que acabe el año’ (hecho verídico ocurrido al que esto escribe).
Los sindicatos deberán ser simples formas de organización obrera, recuperar el significado original de la palabra Sindicato: del griego συνδικος syndikos, y este del prefijo συν- syn-, ‘con’, y δικειν díkein, ‘hacer justicia’.
Es decir, formas de organización entre iguales cuya meta es ‘Hacer Justicia’. En un entorno laboral serán por tanto: las organizaciones obreras cuya finalidad es la ‘Justicia Social’.
Ni empresas, ni chiringuitos, ni hostias.
Los ¿sindicatos?, aquellos que hicieron de la ‘paz social’ su forma de actuar, los que se convirtieron en apéndices del Estado, en ‘apagafuegos’ de la Patronal, en grandes empresas con miles de asalariados al firmar los ‘Pactos de La Moncloa’ (1977), punto culmen de ‘La Transacción’ entre la etapa tardofranquista y el postfranquismo actual, los que en teoría ‘prestan servicios a los trabajadores’, y bastante males servicios deberíamos añadir, esos ‘sindicatos’ -sic- deben ser final y totalmente desenmascarados.
Estos pseudo-sindicatos ya están viéndole las orejas al lobo, al lobo de la lucha de clases que está volviendo, cuando hacen declaraciones del tipo de las de Justo Rodríguez Braga (Secretario General de la U.G.T. en Asturias) cuando afirma que: «Estamos perdiendo representación, y también la afiliación cae ligeramente»; lo que según él va unido al «auge de los ‘sindicatos asamblearios’»; por lo que sigue afirmando que «El populismo gana terreno» y «que los extremos se tocan». (La Voz de Avilés, 26 de Noviembre de 2013). Que patética forma de quitarse la careta.
En Arcelor, hartos de sindicalismo pactista: ‘Los trabajadores de producción han comenzado a organizarse al margen de los sindicatos utilizando las redes sociales por miedo «a que vuelvan a entregarse a la empresa»’.
«Estamos hartos de trabajar más y cobrar menos cuando la fábrica está ahora a pleno rendimiento, mejor incluso que antes de la crisis», según un colectivo de trabajadores de la gran siderúrgica. Los trabajadores sienten desamparo por parte de los sindicatos. «No hacen más que templar gaitas», se lamentan. En medios sindicales, sin embargo, entienden que las cosas «tienen sus tiempos». (La Nueva España, 11 de Abril de 2014).
El Comité de Arcelor (formado por la U.G.T., las CC.OO. y la U.S.O.) parece empezar a temblar cuando afirma que: ‘Los carteles de convocatorias «sin firmar» y los llamamientos a través de las redes sociales «los capitaliza un sindicato sin representación», indicó un líder sindical en la fábrica de Avilés, en alusión a la C.S.I. «Toda la plantilla de Arcelor eligió al comité que quiso. Y digo toda porque la participación en las elecciones sindicales fue casi absoluta y ellos no estaban», recordó otro representante en el comité. «La C.S.I. carece de representación y busca lograrla por la vía torcida», añadió un tercer representante consultado.’ (La Nueva España 12 de Abril de 2014).
Si toda la plantilla de Arcelor eligió al Comité que quiso, ¿qué problema ven ellos?. Si a ellos les votaron seguirán sus órdenes, ¿verdad?. ¿De eso se trata no? Ellos me votan, yo digo lo que hay que hacer.
Quizá el sobradamente conocido tema de: ‘Para trabajar en Arcelor (como en otras empresas asturianas, minería principalmente) hay que estar afiliado a: (ponga el nombre de cualquier sindicato perteneciente al Comité anteriormente citado)’ tenga algo que ver con que siempre sean los mismos los que salen elegidos en unas patéticas, secretas e indirectas formas de elegir a delegados con libre albedrío.
Las elecciones sindicales y esos grandes días previos donde las promesas se hacen por doquier y los: mecheros, camisetas, bolis, gorras, etc. de los sindicatos verticales inundan los centros de trabajo. La política parlamentaria reproducida a nivel social.
Tiempo es que todos los miles de afiliados de estos ‘sindicatos’ -sic- rompan sus carnés y los arrojen a la hoguera que se está prendiendo al calor de los acontecimientos.
En algunas plantillas la vieja táctica de la división aún funciona, el ofrecer a unos una solución y a otros otra más ventajosa (fuera de la Asamblea por supuesto), hace que la plantilla se divida y la lucha fracase. Para evitar estos casos debe recuperarse el espíritu de clase, aquel que grita en mayúsculas:
SOLIDARIDAD Y APOYO MUTUO
Los otros sindicatos, a los que llaman despectivamente ‘minoritarios’, los verdaderos sindicatos, los sindicatos de clase, deben romper cualquier lazo que aún mantengan con el Estado y sus instituciones, porque el Estado-Capital es el verdadero enemigo a vencer y por lo tanto no se debe sustentar ninguno de sus pilares o correremos el riesgo de ser sepultados bajo ellos, abandonar cualquier burocracia, interna o externa, no estar ligados a ninguna fuerza política, ya que estas por naturaleza desvían su actuación y deben convertirse en la herramienta que usen los trabajadores para poner en práctica sus decisiones, ser la chispa que prenda la llama que haga arder la paz social, y su lema debe ser común:
UNIÓN, ACCIÓN Y AUTOGESTIÓN
Es necesario también advertir sobre el doble juego de alguien a quien hay que considerar siempre oportunista y mentiroso por naturaleza: los políticos. Los que en tiempos de conflicto apoyan, admiran y se comprometen a ‘lo que haga falta’ con los trabajadores, principalmente si están en la oposición o si no depende de ellos la solución, de lo contrario siempre están y estarán del lado enemigo, del lado del Patrón. Libres son de apoyar y de ‘intentar ayudar’ pero los trabajadores nunca deben confiar en ellos ni mucho menos dejar su lucha en sus manos.
Un ejemplo claro de las dos formas de tratar un conflicto laboral similar según que táctica se adopte, lo podemos ver en Gijón, en el lapso de un año, entre el conflicto de Suzuki y el de Tenneco. Vean y juzguen.
La globalización, las deslocalizaciones, los despidos masivos y cierres en empresas con beneficios millonarios… ya todo es posible, la libertad e impunidad es total.
La lucha obrera, la guerra social, debe estar en manos de los trabajadores siempre, si es así veremos los resultados que se obtienen, a veces no serán buenos, pero siempre podremos ir con la cabeza bien alta, no como los avestruces que siguen a pies puntilla las consignas que les marcan.
Este el primer paso, tenemos que seguir el camino, ser fuertes y estar preparados para el colapso que ha de llegar.